El fútbol es mitología. Tiene algo de irreal, de historias fortuitas que se guardan bajo el cuero del balón. Como si de un cuento se tratase, hubo un tiempo en el que al Barcelona llegaron niños extraordinarios nacidos en años pares. La leyenda de esta fábula decía que sólo un retoño por bienio podría llegar a ser titular en el primer equipo: Puyol (1978), Xavi (1980), Valdés (1982) e Iniesta (1984). El resto de la hornada es la parte trágica de esta novela futbolera. La de 1980 resultó demasiado dolorosa. En ese año surgió también Mario Rosas, “el mejor futbolista” de La Masía según Xavi Hernández, a su vez, mejor jugador de la Eurocopa.
El bueno era Mario Rosas, el mejor de mi generación. Tendría que estar aquí
Xavi, en El País
Mario Rosas nació en Málaga. Llegó en 1993 al infantil del Barcelona, donde conoció a Xavi. Desde entonces se hicieron amigos inseparables hasta que a los 20 años el mismo balón que les unió separó sus carreteras. “El bueno era Mario Rosas, el mejor de mi generación. Junto a Iván de la Peña… No, rectifico, era mejor que Iván. Yo he tenido suerte y cuando pienso en él, más convencido estoy de eso. Por nivel tendría que estar aquí”, desveló el segundo capitán del Barcelona en una entrevista al diario El País. “Xavi me quiere mucho. Sé que él siempre ha opinado eso pero yo nunca he estado de acuerdo. Quizá yo era más vistoso y metía más goles porque jugaba un poco más arriba. Pero él ya lo hacía como ahora”, le responde Mario Rosas.
Xavi jugaba de organizador. Mario lo hacía en la mediapunta. Hernández ordenaba el juego. Rosas ofrecía el último pase de gol. La compenetración era absoluta. Los dos caminaban de la mano en su ascenso hacia el primer equipo. “Sigo teniendo muchísima amistad con Xavi. Es la misma buena persona que antes, cuando nos daba vergüenza entrar en el vestuario del primer equipo e íbamos juntos a todas partes”, cuenta Mario Rosas, que llegó a debutar en Liga antes que el mismo Xavi. Lo hizo el 15 de mayo de 1998, ante el Salamanca. El actual 6 del Barça se estrenó el 18 de agosto de ese mismo año en la Supercopa de España y el 3 de octubre en Liga. Van Gaal les dio la oportunidad a ambos. Como a Puyol, Valdés e Iniesta. A su manera, son los hijos de Van Gaal, cuyo legado resplandece aún hoy en el Camp Nou.
Colosal dilema el de 1980. Xavi achacó a “la suerte” aquel designio. Rosas prefiere la realidad a la ficción y no escatima su propia culpa. “La principal razón de que yo no esté jugando en Primera división es mía”. En su área de juego pululaban un tal Kluivert, un tal Rivaldo, un tal Figo y otro tal Luis Enrique. Pero Rosas no busca excusas ni se justifica en esos tales pasados. Prefiere el raciocinio. “Los jugadores del Barcelona casi todos somos del mismo corte: muy ofensivos, de tener el balón, de atacar siempre… Cuando salí de allí no supe adaptarme a los nuevos cambios, a que tenía que defender y hacer otras cosas diferentes a las que estaba acostumbrado en el Barça donde, por ser un equipo tan ofensivo, no se hacían”.
Xavi me quiere mucho. Quizá yo era más vistoso y metía más goles
Mario Rosas
El destino escogió a Xavi como protagonista de la futura novela en azulgrana. Rosas quedó abandonado en aquel libreto, pero a partir de entonces dio forma a su propia fábula. El “mejor futbolista” de La Masía aún tenía mucho que contar. Se fue al Alavés en el año en el que los vitorianos alcanzaron la final de la UEFA. Apenas jugó unos partidos. De allí al Salamanca, en Segunda división, donde sí tuvo minutos. Regresó al Alavés y, cuando ya lo tenía todo apalabrado con el Recreativo de Huelva, no le dejaron irse y le apartaron del equipo. En ese momento Mario Rosas se hundió. “Salí del Alavés bastante quemado. Quería quitarme de en medio y perdí bastante las ganas de jugar”, recuerda Mario.
Sólo habían transcurrido cuatro años desde su debut con el Barcelona y de haber erizado la piel de La Masía y de su fiel amigo Xavi Hernández. Con apenas 22 años hizo las maletas y se marchó a Estados Unidos. “Es una experiencia bonita, pero no para un chico de 21 ó 22 años”. Por suerte, regresó. Soria, Cádiz y Girona alojaron al malagueño antes de recalar en el Castellón, donde ya lleva cuatro años. “En Barcelona me formé como futbolista. Aquí he recuperado la ilusión por jugar, que la tenía bastante perdida. Si en algún momento he recuperado el nivel que tenía en el Barça ha sido en el Castellón”.
Ya han pasado 16 años desde el comienzo de este cuento sin final. El epitafio lo escribirá el propio Mario. Quizá la próxima temporada, si el Castellón, que viaja sexto en Segunda división a tres puntos del ascenso, logra subir a Primera. Entonces retornará al Camp Nou a enfrentarse con su gran amigo Xavi Hernández con el que, a buen seguro, se fundirá en un abrazo. Ese día regresará a casa “el mejor futbolista” de La Masía.
El ojito derecho de Cruyff
Como en toda historia siempre hay mitos que nunca se sabrá si son verdad. Éstos se generan sobre personajes con aura misteriosa. El de esta novela atañe a Johan Cruyff. En sus últimos años como entrenador azulgrana se publicó que uno de los predilectos del genio holandés era Mario Rosas, aún futbolista cadete. El mismo protagonista no acierta a confirmarlo. “Me lo han comentado muchas veces, que los ojitos derechos de Cruyff éramos Celades y yo, pero no sé si es cierto o no”. La buenas fábulas siempre requieren su toque de misterio.